Curso para Predicadores
domingo, 11 de junio de 2017
Aprendiendo a Predicar ( La introducción del sermón )
La introducción es una de las cosas que él predicador debe tener en cuenta al preparar el sermón. Si se logra una buena introducción puede captar la atención del oyente a la vez que muestra una pequeña ventana a lo que usted va a exponer.
martes, 23 de agosto de 2016
Usas Diapositivas Para Tus Enseñanzas?
¿Por qué no utilice powerpoint para enseñar por muchos años?
Lo cierto es que me gusta mucho usar un formato como el de Powerpoint para mis enseñanzas, sin embargo para las enseñanzas biblícas no las uso con mucha frecuencia, pero por qué no las uso? Aquí te digo algunas causas:
1. Se enfatiza más los efectos y lo visual que el contenido. Muchos tienden a usa Power Point para captar la atención de la audiencia, impresionan y cautivan pero no enseñan. Se pasa más tiempo maquillando los efectos que en el contenido de la presentación.
2. La comunicación no es bidireccional. En las enseñanzas cristianas se necesita que el discipulo este atento e involucrado en varias áreas de su ser. No sólo desde el márea intelectual, necesitamos captar al discipulo, queremos que este atento, y participe, piense, sienta, analice y muchas otras. La comunicación es unidireccional.
3. No desarrolla en los discipulos. Power Point no ayuda a los discipulos en la aplicación de recursos didacticos donde el discipulo participa activamente, subrayado, escritura, lectura en sus libros, atención y otras. La presentación es algo ya realizado, donde el discipulo no tene que hacer nada, simplemente lo puede pedir y se le envia por email. No se convierte en una herramienta abierta donde el discipulo puede trabajar. El discipulo lo lee, lo analiza, pero no va más alla.
4. Se enfatiza más la lectura a el analisis e iterpretación. Simplemente leemos o vemos diapositivas, pero no estimulan la creatividad e imaginación. No favorece la reflexión ni el intercambio de ideas, notas, apuntes, etc.
Con esto no quiero decir que Power Point es una herramienta que no se debe usar, simplemente debemos evaluar su utilización cuando enseñamos algunos topicos de las enseñanzas cristianas. Para otras áreas es una herramienta muy util, la cual la utilizo, por ejemplo en liderazgo, finanzas, geografía Biblica, Administración etc.
Lo cierto es que me gusta mucho usar un formato como el de Powerpoint para mis enseñanzas, sin embargo para las enseñanzas biblícas no las uso con mucha frecuencia, pero por qué no las uso? Aquí te digo algunas causas:
1. Se enfatiza más los efectos y lo visual que el contenido. Muchos tienden a usa Power Point para captar la atención de la audiencia, impresionan y cautivan pero no enseñan. Se pasa más tiempo maquillando los efectos que en el contenido de la presentación.
2. La comunicación no es bidireccional. En las enseñanzas cristianas se necesita que el discipulo este atento e involucrado en varias áreas de su ser. No sólo desde el márea intelectual, necesitamos captar al discipulo, queremos que este atento, y participe, piense, sienta, analice y muchas otras. La comunicación es unidireccional.
3. No desarrolla en los discipulos. Power Point no ayuda a los discipulos en la aplicación de recursos didacticos donde el discipulo participa activamente, subrayado, escritura, lectura en sus libros, atención y otras. La presentación es algo ya realizado, donde el discipulo no tene que hacer nada, simplemente lo puede pedir y se le envia por email. No se convierte en una herramienta abierta donde el discipulo puede trabajar. El discipulo lo lee, lo analiza, pero no va más alla.
4. Se enfatiza más la lectura a el analisis e iterpretación. Simplemente leemos o vemos diapositivas, pero no estimulan la creatividad e imaginación. No favorece la reflexión ni el intercambio de ideas, notas, apuntes, etc.
Con esto no quiero decir que Power Point es una herramienta que no se debe usar, simplemente debemos evaluar su utilización cuando enseñamos algunos topicos de las enseñanzas cristianas. Para otras áreas es una herramienta muy util, la cual la utilizo, por ejemplo en liderazgo, finanzas, geografía Biblica, Administración etc.
domingo, 2 de agosto de 2015
Observaciones preliminares sobre la interpretación bíblica
Para todo estudiante y maestro de la Biblia, dos preguntas son de gran importancia: ¿Qué dice la Biblia sobre algún asunto?, y ¿qué quiere decir la Biblia cuando lo dice?
La respuesta a la primera pregunta puede encontrarse por medio del estudio cuidadoso de la Biblia, o investigando en los libros de consulta indicados; o bien, haciendo las dos cosas.
La segunda pregunta puede ser contestada en parte, leyendo el texto bíblico en una de las versiones recientes. Los traductores han hecho un esfuerzo por hacer que el texto sea claro y al alcance del lector de poca preparación académica. Aun así, el significado de algún texto puede seguir siendo difícil por una de varias razones. De manera que esta segunda pregunta viene a ser la más importante de las dos. El estudio llamado “la interpretación bíblica” trata el asunto del significado del texto bíblico.
La necesidad de entenderlo data desde el tiempo del libro de Deuteronomio. En este libro Moisés repitió las leyes que Dios dio a Israel en el Sinaí, cuarenta años antes. Pero cuando las repitió, cambió la forma de muchas de ellas. Lo hizo, sin duda, para hacerlas más claras, incapaces de ser mal entendidas. La segunda redacción de la ley debe entenderse como la interpretación bíblica. Quizá esta redacción fue el primer intento por interpretar las Escrituras.
Siglos más tarde, el escriba Esdras y otros leyeron la ley de Dios en el texto hebreo para todo el pueblo: “Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido de modo que entendiesen la lectura” (Neh. 8:8). La palabra “claramente” significa “con interpretación”.
La disciplina moderna de la interpretación bíblica, tal como se explica en muchos seminarios e institutos bíblicos, se ha reconocido como estudio científico sólo en siglos recientes. Tiene sus raíces en la historia del pueblo de Dios de hace miles de años. Pero sólo en el siglo XVI Martín Lutero propuso una serie de reglas para guiar toda interpretación seria de la Biblia. Desde entonces esta ciencia ha crecido tanto que ahora demanda atención entre los otros estudios bíblicos y teológicos.
La interpretación bíblica se llama hermenéutica, palabra derivada de la voz griega hermenéuō, que significa interpretar. Como disciplina, incluye cualesquiera reglas necesarias para explicar el significado de algún texto literario; pero se aplica especialmente a la Biblia. Las reglas que ayudan a entenderla y explicarla, tomadas de cualquiera fuente, constituyen la materia de este estudio.
Si en la práctica aplicáramos esta descripción a la hermenéutica, tendríamos que incluir muchas cosas que propiamente no corresponden a ella. Al mismo tiempo, la hermenéutica reconoce la contribución de estos otros estudios, y trata de incluirlos en la preparación del intérprete.
El doctor Vernon C. Grounds, antes presidente del Seminario Teológico Bautista Conservador en Denver, Colorado, hizo la siguiente observación sobre la necesidad de estudiar las muchas materias que no corresponden directamente a la hermenéutica:
Para interpretar y comunicar con pericia el Libro, el estudiante debe obrar recíprocamente con otros libros—libros sobre el hebreo, el griego, la arqueología, las misiones, la historia, la teología, la educación, el arte de aconsejar, la ciencia, la homilética, la literatura, la música—todas estas materias contribuyen al entendimiento de la Biblia y de las personas que necesitan su mensaje.1
Respecto al valor de conocer los idiomas originales, dice A. Berkeley Mickelsen:
Si el estudiante no conoce el griego, el hebreo o el arameo, debe consultar un buen comentario (sobre los asuntos que puedan afectar el significado).2
Cuando el estudiante no tiene acceso a tal comentario, la mejor alternativa será leer el texto bíblico en varias traducciones para entender bien su sentido.
El intérprete debe esforzarse por aprender todo lo que pueda de las materias antes mencionadas. Sin embargo, la hermenéutica examina especialmente las reglas de interpretación relacionadas con las características del lenguaje humano; no importa si proceden de la literatura sagrada o secular.
La necesidad de estudiar la hermenéutica
Cada idioma tiene sus propias expresiones que no se prestan para la traducción literal en otros idiomas. Los modismos, los proverbios, las singularidades gramaticales y las referencias a las costumbres o circunstancias locales, pueden causar dificultades para el intérprete cuyo idioma no sea el hebreo o el griego. Aun para los que hablan uno de estos idiomas, algunos usos especiales pueden ser difíciles de entender.
Cuando tratamos de explicar la Biblia nos enfrentamos con un grupo de problemas especiales. Algunos de éstos se deben a que la Biblia fue escrita en otra época, separada de la nuestra por unos dos mil años. La parte del mundo donde sucedieron los eventos registrados está separada de nuestro mundo por un océano y un continente. Dos de los idiomas en que fue escrita fueron por mucho tiempo lenguas muertas. No pertenecen a la familia de lenguas romances. El hebreo, el arameo y el griego tienen poca conexión con el español.
Cuando empezamos a estudiar el hebreo, vemos que ésta hace uso de un alfabeto extraño y que se escribe desde la derecha hacia la izquierda, y en un principio tenía solamente una o dos vocales escritas. En años posteriores le fueron añadidas algunas marcas especiales llamadas puntos vocálicos. Estos se componen de puntitos, rayas, etc.
Generalmente no tenemos literatura en hebreo sino el Antiguo Testamento. Los escritos apócrifos, los rollos del Mar Muerto y unos pedacitos de ollas rotas son casi todo lo que existe.3 Nuestros estudios del hebreo tienen que ser basados en el texto bíblico. Aun los israelíes modernos tuvieron que estudiarlo de la misma manera, con la ayuda de eruditos que hablaban el idioma.
El caso del griego del Nuevo Testamento es muy diferente. Se había hablado el griego anterior al siglo IV antes de Cristo, sin interrupción. El griego del Nuevo Testamento es entendido entre los que tienen una amplia educación en aquel idioma. Mientras que los hebreos nos dejaron muy pocas copias de sus Escrituras, hay cientos de manuscritos del griego popular de la época del Nuevo Testamento.
Aunque la mayor parte de los manuscritos que existen hoy fueron escritos en pergamino, todavía se encuentran algunos fragmentos hechos en el frágil papiro. En la primera parte del siglo XVIII, se descubrieron en Egipto algunos documentos importantes, escritos en papiro. Estos se habían conservado como por accidente en la atmósfera árida de aquel país. Estos papiros han arrojado mucha luz sobre las características del griego popular de aquellos tiempos, conocido hoy como el griego koinē (común, o popular).
Sin embargo, estos papiros no contienen ningún manuscrito del Nuevo Testamento. Los papiros son de dos clases: obras literarias y documentos, tanto particulares como oficiales. Los estudios del koinē han aumentado mucho nuestro conocimiento del Nuevo Testamento.
Por estas razones el estudio del griego está mucho más al alcance del estudiante que el hebreo. También es de más valor para la mayor parte de los que estudian la Biblia. Sin embargo, el acceso a la información acerca de los dos idiomas es básico para el intérprete. Además, no queremos pasar por alto las partes de las Escrituras escritas en arameo. Este idioma se estudia como parte del hebreo, porque era un dialecto muy usado en el Medio Oriente desde los principios de la historia de Israel.
El intérprete
Si reconocemos que el estudio de la hermenéutica es necesario para entender bien la Biblia, podemos ver también que una interpretación adecuada está al alcance de aquel que quiere esforzarse por aprender sus reglas y ser diligente en su aplicación. Pero requiere que el intérprete mismo comience su trabajo siendo preparado para él espiritualmente.
En este punto muchos católicos romanos difieren de los cristianos evangélicos. Aquella iglesia reserva para sí el derecho exclusivo de interpretar las Escrituras. Los teólogos romanistas pretenden que la Iglesia verdadera del Señor Jesucristo es la que ellos sirven. Por esta razón, creen que sólo ellos poseen el Espíritu Santo, con la ayuda del cual puedan interpretar las Escrituras.
Es interesante observar al principio que ese argumento fue rechazado por el erudito holandés humanista Erasmo. El afirmó que:
La Iglesia no es el único intérprete que tenga derecho de determinar y definir el significado verdadero de la Escritura. Al contrario, la Escritura determina lo que debe enseñar la Iglesia.4
Aquí no queremos discutir el asunto, sino solamente afirmar que aquellos que identifican la Iglesia de Jesucristo como la Iglesia Católica Romana se equivocan, ya que excluyen a todos los que no sean parte de ella. En cambio, los evangélicos creemos, más bien, que todo creyente verdadero es poseedor del Espíritu Santo y que éste mora en aquél. Estamos de acuerdo, sin embargo, en que para ser intérprete verdadero de la Escritura, éste debe cumplir este requisito.
El tener al Espíritu Santo no es el único requisito para entender correctamente la Biblia. El intérprete tiene que aplicar con pericia las reglas de la hermenéutica. Sobre este asunto escribe Mickelsen:
El equilibrio (en la interpretación de la Biblia) involucra no solamente reconocer los elementos de ella, sino una coordinación de estos elementos. Si quiero nadar usando los varios estilos correctamente, puedo sentarme con un manual de instrucción sobre la natación para saber exactamente lo que deben hacer los brazos y las piernas. Pero cuando me meto en el agua y procuro coordinar mis músculos para que pueda deslizarme fácilmente a través del agua, descubro que la coordinación es un arte que tiene que ser dominada, y no solamente una serie de reglas que debo memorizar. Así es con la interpretación. Demanda la pericia para reunir todos los elementos necesarios para interpretar algún texto correctamente.5
El libre examen de las Escrituras
Aparte de la necesidad de tener al Espíritu Santo para interpretar bien la Biblia, es evidente la verdad de que existe una capacidad universal de captar su mensaje; bien que esta verdad parece contradictoria. Es verdad que el propósito de Dios es que toda la gente ponga atención a su mensaje, aun antes de creerlo. Los evangélicos creemos que toda la gente tiene no solamente el derecho de leer y entender la Biblia para sí, sino que es su obligación delante de Dios leerla y entenderla lo mejor que puedan. Generalmente, esta obligación abarca la de leerla personalmente y estudiarla, siempre que el individuo pueda hacerlo. Es decir, que toda persona que tenga acceso a un ejemplar de la Biblia, y que sepa leer, está obligada a hacerlo.
Esta verdad no elimina la necesidad de tener maestros en la iglesia. La Biblia no fue escrita para guiar sola a la iglesia sin tener a nadie que la enseñe. Tampoco pretendemos que todo laico deba instruirse con ella sólo y completamente, independientemente de los demás creyentes. En primer lugar, es dudoso que ningún cristiano pueda recibir toda la instrucción necesaria sin que otros le ayuden. En segundo lugar, ninguna instrucción humana es completa ni perfecta; el único Maestro perfecto es Jesús mismo. Y en tercer lugar, el Espíritu Santo escoge a ciertos individuos para ser maestros de la Palabra de Dios y les ayuda a llevar a cabo su obra por medio de los dones necesarios del Espíritu.
Pero la razón más evidente por qué toda persona debe de leer la Biblia y entenderla para sí misma, es que la Biblia lo enseña en lenguaje inequívoco:
Escudriñad las Escrituras (Jn. 5:39).
Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así (Hch. 17:11).
Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos (1 Ts. 5:27).
Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Ti. 3:15–17).
El principio de la libertad expresado en estos textos, fue proclamado al comienzo de la Reforma con el nombre de “Libre Examen” (de las Escrituras). Toda confesión evangélica lo afirma o lo da por sentado. En un espíritu contrario, la Iglesia Católica Romana sólo permite la lectura de la Biblia “a los fieles”.6
Los que se oponen al “libre examen” con frecuencia tuercen el significado de la frase. Dicen que este principio consiste en el derecho de interpretar libre y particularmente según “las ideas, pasiones y prejuicios” del lector, o según la “inspiración individual”.7
Sin embargo, el principio se llama “Libre Examen”, no “Libre Interpretación”. La libertad que declara existe para todo individuo porque Dios se la ha dado, y porque nadie tiene la autoridad de prohibirle que lea las Escrituras, ni de tener señorío sobre su fe (2 Co. 1:24). La libertad que gozamos es con respecto a otras personas. Pero con respecto a Dios, cada lector está obligado a examinar la Biblia para sí mismo. Al mismo tiempo, no tiene la libertad de interpretarla según su propio gusto. Pedro lo dijo claramente:
Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque … [en estas profecías] los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (2 P. 1:20, 21).
La Palabra de Dios tiene el significado que Dios le dio, y los hombres deben procurar entenderla según él quiso en un principio.
La responsabilidad personal
La libertad de leer y entender la Biblia lo mejor que pueda uno, no debe tomarse ligeramente; porque cada uno de nosotros responderá derá por sí mismo delante del trono de Cristo (2 Co. 5:10). Cada maestro debe enseñar con cuidado. Si alguno ha sido falso en el manejo de la Palabra de Dios, recibirá mayor condenación (Stg. 3:1).
Los evangélicos enseñamos que la ciencia de la hermenéutica bíblica requiere la interpretación reverente, dada en el temor de Dios y guiada por el Espíritu Santo; porque él es nuestro Maestro divinamente nombrado para serlo (Jn. 14:26).
Como creyentes cristianos dedicados al fiel manejo de la Palabra de Dios, nos vemos obligados a aprender las reglas de interpretación para desempeñar el ministerio al cual Dios nos ha llamado, lo mejor que sepamos. Al hacerlo, gozamos de la iluminación y de la ayuda del Espíritu de Dios. No debe de haber duda sobre este punto, porque realmente tenemos su presencia en virtud del don del Espíritu desde cuando nacimos de nuevo.
Si algún alumno o maestro piensa que puede sacar conclusiones satisfactorias solamente después de dominar completamente esta materia, debe recordar que el Espíritu Santo es su maestro y guía. Aun cuando el lector no sea un gigante intelectual, esto tiene poco que ver con su capacidad de sacar algunas conclusiones correctas por medio de su lectura de la Biblia. Hasta el lector más humilde normalmente goza de la iluminación del Espíritu mientras lee. Algún texto que no había entendido antes, de repente está iluminado. O algún otro pasaje, poco comprendido, puede brillar con nuevo significado por medio de la ayuda del Espíritu que vive en él.
Todo esto no indica que el alumno no debe aplicarse al estudio. El estudiante descuidado o moroso no debe contar con la ayuda divina como para pasar por alto el estudio diligente que Dios ha ordenado para su progreso en las Escrituras.
La aplicación de las reglas
Aquí debemos indicar que no toda regla de interpretación tendrá aplicación en todos los casos. Las varias reglas deben aplicarse sólo cuando juzga que puedan resolver un determinado problema. Juntas todas las reglas fomarán parte del equipo intelectual con el que puede interpretar el texto bíblico.
Claro es que la pericia del intérprete ha de afectar su interpretación de algún texto; pero no con respecto a la originalidad que muestra, sino en el cuidado con que aplica sus conocimientos.
No todo texto demandará alguna interpretación especial, ya que la mayoría de ellos serán claros para la gente de inteligencia normal. Algunos textos han de requerir una interpretación sólo para los que hayan tenido una preparación limitada. Para tales personas el intérprete verá necesario explicar algunos hechos que otros ya conocen. O bien, puede ser necesario solamente simplificar su lenguaje. Otros textos serán difíciles para la gran mayoría, y todavía otros seguirán como misterios aun para los intérpretes más peritos.
Las reglas de la hermenéutica pueden compararse con una caja de herramientas. Cuando el maestro carpintero comienza a construir una casa o un mueble, o a hacer alguna reparación, primero considera los problemas que el proyecto presenta. Luego escoge las herramientas que cree que le han de ayudar más. Esto es exactamente lo que hace el intérprete. Considera el problema o problemas presentados por el texto y luego escoge las reglas que le parecen ser más indicadas para resolverlos. En algunos casos el intérprete verá que es necesario probar a manera de ensayo varias reglas antes de encontrar aquella que mejor se aplica; algo así como el carpintero que usa el formón, el cepillo y la lija, así como el martillo y el serrucho.
Dos divisiones de la hermenéutica
Esta materia comúnmente se divide en dos partes: la hermenéutica general y la especial. La hermenéutica general incluye todas las reglas que pueden aplicarse a la Biblia, pero especialmente como literatura La mayor parte de estos principios pueden ser aplicados también a la literatura en general. La hermenéutica especial incluye todas las reglas y consideraciones necesarias para interpretar ciertas categorías especiales de la literatura, que pueden contener el lenguaje figurado, la poesía o la profecía, y una variedad de problemas especiales. Este estudio seguirá este plan.
PARA EL ESTUDIANTE
1. ¿Qué significa “la hermenéutica”?
2. ¿Por qué estudiamos la hermenéutica?
3. ¿Qué significa la frase: “Libre Examen”?
4. ¿Cuáles son algunas razones por las cuales la Biblia presenta problemas de interpretación?
1 Extractado de un folleto editado en Denver en 1980.
2 A. Berkeley Mickelsen, Interpreting the Bible (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1963), p. 16.
3 Aunque los Rollos del Mar Muerto son conocidos mejor por los textos bíblicos que se encontraron allí, hay entre ellos algunos escritos no bíblicos. Estos incluyen las reglas de disciplina de varias comunidades religiosas, salmos e himnos, y algunos escritos apocalípticos. Aunque se han publicado algunos de los textos no bíblicos, éstos casi no se pueden usar para el estudio del idioma.
4 Funk & Wagnalls New Encyclopedia, editado por Kurt Aland et al (New York: Funk & Wagnalls, 1971), Tomo III, p. 400.
6 Hasta años recientes cuando un católico romano interpretaba la Biblia de manera contraria a la enseñanza oficial, dejaba de ser de los fieles, y no gozaba ya del privilegio otorgado a aquellos que aceptaban el punto de vista de aquella iglesia. El autor fue misionero en México desde 1942 al 1967 y vio el resultado de esta actitud en algunos de sus amigos personales. Pero en 1962 el obispo de Cuernavaca consiguió que esta regla dejara de aplicarse.
7 Tomado de la “Introducción General” de la versión de la Biblia de Torres Amat, publicada por Revista Católica, primera edición, 1946.
martes, 4 de febrero de 2014
El Proposito del Sermón
El Predicador muchas veces cuando no sabe a donde va a ir y no tiene un propósito definido por lo general baja frustrado del púlpito.
PASAJE BIBLICO: Y leyó en el libro delante de la plaza que esta delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el medio día, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos del pueblo estaban atentos al libro de la ley. Y el escriba Esdras estaba sobre un púlpito de madera que habían hecho para ello...
Nehemías 8:3-4
INTRODUCCION:
Cuando estamos en una terminal de autobuses y queremos viajar a un lugar lo primero que hacemos es comprar nuestro boleto. Cuando estamos en la ventanilla frente al despachador nos pregunta: - ¿Adónde quiere viajar usted? Y si le respondemos - ¡Quién sabe! ¿Qué suce-dería?. Es como construir una fabrica sin saber que iba a producir. ¿Podríamos decir que Cristo vino a este mundo sin propósitos definidos? Ver Juan 17:4.
I. LA FALTA DE UN PROPOSITO EN LA PREDICACION.
Muchos Predicadores se suben al púlpito sin saber que es lo que van a hacer y a donde van a ir. El mensajero de Dios siempre se debe hacer esta pregunta antes de predicar un sermón: ¿Cuál es mi propósito en este sermón?. Dice Crane el autor del libro El Sermón Eficaz: “Si en el momento de subir al púlpito nos detuviera un ángel del señor exigiéndonos la declaración de nuestra misión, debemos contestarle inmediatamente y sin demora diciendo ESTO es lo que quiere mi Señor”
El Predicador muchas veces cuando no sabe a donde va a ir y no tiene un propósito definido por lo general baja frustrado del púlpito. Un anciano le dijo a un Predicador novato que subió arrogante al púlpito con la cara erguida y bajo todo frustrado con la cara hacia abajo porque no pasó nada: “Si como bajaste hubieras subido; entonces hubieras bajado como subiste” Todo mensaje requiere de un ¿para qué? Porque si no estaremos predicando nada más a “lo loco”. Muchos Predicadores se justifican que Dios les cambió el mensaje, por su inseguridad no traer un mensaje de parte de Dios y por ende en propósito definido. Dios da el mensaje y pone el propósito en el corazón del Predicador.
II. LA CLASIFICACION DE ALGUNOS PROPOSITOS DENTRO DE LA PREDICACION.
A. Evangelistico. Este sirve para persuadir o convencer a los perdidos a recibir a Cristo co-mo su Señor y Salvador personal.
B. Doctrinal. Su finalidad es lo didáctico, es decir busca instruir a los creyentes, haciéndoles ver el significado de las grandes verdades de la fe cristiana e indicando como éstas tiene aplicación práctica a la vida diaria.
C. Devocional. Este tipo tiene la finalidad de intensificar en los creyentes el sentimiento de amorosa devoción para con Dios, así como de guiarles en la exposición apropiada de la adoración que Dios merece.
D. Consagración. Tiene el propósito de estimular a los creyentes a dedicar sus talentos, dones y servicio al Señor.
III. ALGUNAS PREGUNTAS PARA DETERMINAR SU PROPOSITO.
A. ¿Qué necesidades espirituales tiene los que van a oír el mensaje?
B. ¿Les falta ejercer fe cuando se les presentan problemas prácticos en su vida?
C. ¿Falta amor entre los santos? ¿Se está cumpliendo este primer mandamiento?
D. ¿Han recibido el poder y la unción de lo alto para servir más en la obra?
E. ¿Hay heridas en las personas y falta de perdón?
F. ¿Aguardan con paciencia la venida del Señor?
CONCLUSION: Que importante es tener un propósito en la predicación. No tenerlo es predi-car por predicar. Es ocupar un lugar solamente para que nos vean y nos aplaudan. Contar con un propósito es responder al mensaje que Dios nos ha dado y puesto en el corazón.
EJEMPLOS:
Cuando uno comienza en el arte de la predicación a menudo estamos convencidos del propó-sito pero cuando empezamos a escribirlo sobre el papel lo que nos parecía nítido y claro se va haciendo sin sentido. Es porque al escribir examinamos nuestras palabras con calma y le ha-cemos un análisis juicioso al pensamiento.
Sea específico en escribir su propósito, no diga: “Enseñar más de la Biblia” ¿Qué le parece? Enseñar sobre el Libro de Jonás en el capítulo 1 analizando su enojo contra Dios.
Recuerde el que mucho abarca poco aprieta: Si no es específico usted dirá “Dar un estudio de doctrina”. ¿Qué le parece? Estudiar la doctrina de la Trinidad en la primera epístola del após-tol Juan.
TAREA:
1. Escriba usted tres razones por lo cual debemos contar con un propósito antes de subir a predicar.
2. Formule dos ejemplos de cada uno de los cinco propósito que vimos en clases.
PASAJE BIBLICO: Y leyó en el libro delante de la plaza que esta delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el medio día, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos del pueblo estaban atentos al libro de la ley. Y el escriba Esdras estaba sobre un púlpito de madera que habían hecho para ello...
Nehemías 8:3-4
INTRODUCCION:
Cuando estamos en una terminal de autobuses y queremos viajar a un lugar lo primero que hacemos es comprar nuestro boleto. Cuando estamos en la ventanilla frente al despachador nos pregunta: - ¿Adónde quiere viajar usted? Y si le respondemos - ¡Quién sabe! ¿Qué suce-dería?. Es como construir una fabrica sin saber que iba a producir. ¿Podríamos decir que Cristo vino a este mundo sin propósitos definidos? Ver Juan 17:4.
I. LA FALTA DE UN PROPOSITO EN LA PREDICACION.
Muchos Predicadores se suben al púlpito sin saber que es lo que van a hacer y a donde van a ir. El mensajero de Dios siempre se debe hacer esta pregunta antes de predicar un sermón: ¿Cuál es mi propósito en este sermón?. Dice Crane el autor del libro El Sermón Eficaz: “Si en el momento de subir al púlpito nos detuviera un ángel del señor exigiéndonos la declaración de nuestra misión, debemos contestarle inmediatamente y sin demora diciendo ESTO es lo que quiere mi Señor”
El Predicador muchas veces cuando no sabe a donde va a ir y no tiene un propósito definido por lo general baja frustrado del púlpito. Un anciano le dijo a un Predicador novato que subió arrogante al púlpito con la cara erguida y bajo todo frustrado con la cara hacia abajo porque no pasó nada: “Si como bajaste hubieras subido; entonces hubieras bajado como subiste” Todo mensaje requiere de un ¿para qué? Porque si no estaremos predicando nada más a “lo loco”. Muchos Predicadores se justifican que Dios les cambió el mensaje, por su inseguridad no traer un mensaje de parte de Dios y por ende en propósito definido. Dios da el mensaje y pone el propósito en el corazón del Predicador.
II. LA CLASIFICACION DE ALGUNOS PROPOSITOS DENTRO DE LA PREDICACION.
A. Evangelistico. Este sirve para persuadir o convencer a los perdidos a recibir a Cristo co-mo su Señor y Salvador personal.
B. Doctrinal. Su finalidad es lo didáctico, es decir busca instruir a los creyentes, haciéndoles ver el significado de las grandes verdades de la fe cristiana e indicando como éstas tiene aplicación práctica a la vida diaria.
C. Devocional. Este tipo tiene la finalidad de intensificar en los creyentes el sentimiento de amorosa devoción para con Dios, así como de guiarles en la exposición apropiada de la adoración que Dios merece.
D. Consagración. Tiene el propósito de estimular a los creyentes a dedicar sus talentos, dones y servicio al Señor.
III. ALGUNAS PREGUNTAS PARA DETERMINAR SU PROPOSITO.
A. ¿Qué necesidades espirituales tiene los que van a oír el mensaje?
B. ¿Les falta ejercer fe cuando se les presentan problemas prácticos en su vida?
C. ¿Falta amor entre los santos? ¿Se está cumpliendo este primer mandamiento?
D. ¿Han recibido el poder y la unción de lo alto para servir más en la obra?
E. ¿Hay heridas en las personas y falta de perdón?
F. ¿Aguardan con paciencia la venida del Señor?
CONCLUSION: Que importante es tener un propósito en la predicación. No tenerlo es predi-car por predicar. Es ocupar un lugar solamente para que nos vean y nos aplaudan. Contar con un propósito es responder al mensaje que Dios nos ha dado y puesto en el corazón.
EJEMPLOS:
Cuando uno comienza en el arte de la predicación a menudo estamos convencidos del propó-sito pero cuando empezamos a escribirlo sobre el papel lo que nos parecía nítido y claro se va haciendo sin sentido. Es porque al escribir examinamos nuestras palabras con calma y le ha-cemos un análisis juicioso al pensamiento.
Sea específico en escribir su propósito, no diga: “Enseñar más de la Biblia” ¿Qué le parece? Enseñar sobre el Libro de Jonás en el capítulo 1 analizando su enojo contra Dios.
Recuerde el que mucho abarca poco aprieta: Si no es específico usted dirá “Dar un estudio de doctrina”. ¿Qué le parece? Estudiar la doctrina de la Trinidad en la primera epístola del após-tol Juan.
TAREA:
1. Escriba usted tres razones por lo cual debemos contar con un propósito antes de subir a predicar.
2. Formule dos ejemplos de cada uno de los cinco propósito que vimos en clases.
El Estilo de la Predicación
Así como cada uno tiene su propia forma de letra, y aun cuando trate de imitar cierto modelo conservará su estilo propio, también, en un sentido más alto, todo hombre tiene su propio estilo que logrará modificar más o menos por la imitación.
1. Naturaleza e importancia del estilo.
El estilo (Stylus) era entre los romanos un instrumento agudo de hierro del cual se servían para escribir en sus tabletas enceradas; y Cicerón emplea el término en sentido figurado y Ciserón empleaba el término en sentido figurado para denotar el modo de escribir o de expresar por escrito los pensamientos, y más tarde se empleó para designar también la manera de hablar.
En la actualidad se aplica a otras muchas cosas, como las bellas artes, los vestidos, etc. El estilo de un hombre es, pues, su manera característica de expresar sus pensamientos, ya sea por escrito o de palabra.
Así como cada uno tiene su propia forma de letra, y aun cuando trate de imitar cierto modelo conservará su estilo propio, también, en un sentido más alto, todo hombre tiene su propio estilo que logrará modificar más o menos por la imitación, pero sin que esta llegue jamás a ser perfecta, pues su propio estilo se sobrepondrá siempre”El estilo es el hombre dijo Bufón”.
Algunas veces se usa el término estilo incluyendo en su significado de idea del arreglo de un tratado o discurso; pero generalmente esta no se incluye en el término.
Por otra parte, a veces se distingue el estilo de la dicción, esto es, del vocabulario que se emplea, el carácter de las palabras y de las frases particulares; pero es mejor considerar la dicción como parte del estilo.
Se ve desde luego la gran importancia del estilo. No puede el estilo separarse de las ideas ni del carácter mental del hombre; el estilo no es solo el vestido, sino la encarnación del pensamiento.
Los oradores y escritores que han ejercido influencia permanentemente y extensa, lo han logrado en virtud de sus buenos pensamientos bien expresados.
Es verdad que a veces la excelencia de estilo a hecho que obras de poco mérito logren gran popularidad, como las historias de Goldsmith y la Vida de Jesús por Renán; y también que se han popularizado algunas ciencias.
Esto viene a demostrar que el estilo no es cosa de mero ornato: es el brillo y pulimento de la espada del guerrero, pero también su filo. El estilo puede hacer aceptable y aun atractivo lo mediocre, y dar a la fuerza, fuerza mayor; puede hacer seductivo el error, mientras que la verdad sea ignorada por carecer de su ayuda.
No debemos, pues, descuidar tan poderoso medio de utilidad, pues si bien Pablo dice: “No mi palabra, ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría,” no quiere decir esto que dejara de expresarse según la filosofía y la retórica que eran entonces populares.
Pues su estilo es un modelo de apasionada energía, y en ocasiones se eleva hasta adquirir una belleza exquisita y sin artificio.
La idea es, por supuesto, la cosa esencial; pero también el estilo es importante. La experiencia de todos los tiempos y el testimonio de todos los maestros nos presentan como inseparable estas dos proposiciones:
1. Que no debemos jactarnos de poseer un buen estilo si carecemos de un caudal interesante de ideas; y 2. Que aun poseyendo un fondo interesante y substancial de ideas, no debemos imaginarnos que el estilo vendrá por sí mismo.
Dedúcese de lo anterior que todo escritor u orador debe dedicar gran atención al mejoramiento de su estilo. La suma excelencia de estilo es necesariamente rara, pues cada discurso, cada párrafo, y aun cada frase es realmente una obra de arte, y son raras las dotes artísticas de todas clases.
Sin embargo, todo hombre que lo procure con dedicación y empeño, puede aprender a decir lo que quiere, a expresar con vigor lo que siente hondamente, y a revestir sus pensamientos de un modo atractivo aunque modesto.
Algunos de los mejores escritores y oradores han tenido dificultad grande para adquirir un buen estilo, y su buen éxito debe animarnos.
2. Medios de mejorar el estilo
El estilo oratórico es uno entre muchas especies, y una variedad del estilo oratórico es el del púlpito. Sin embargo, el estilo característico de un hombre será esencialmente el mismo en toda clase de escritos y discursos; y la cultura mental jamás debe confinarse a la esfera de nuestra principal actividad mental.
Consideremos, pues los medios de mejorar el estilo en general y no sólo en lo que se refiere a la oratoria.
a) El estudio de las lenguas, y particularmente el de la nuestra, es en este respecto de sumo provecho. La ciencia del lenguaje, que en los últimos años ha progresado tanto, no puede considerarse inferior en interés ni provecho a ninguna otra. Pero lo más importante no es el estudio de la ciencia como tal, sino la adquisición práctica del lenguaje.
Cuando se procura esto con sistema y bajo sanos principios, la atención se fija en la naturaleza del idioma en general, en la historia, cambios y capacidad de las palabras, y en la relación de las construcciones sintéticas con las diferentes formas y procesos de pensamiento.
Se observará también las peculiaridades de nuestro propio idioma, desapercibidas por otros. Hay ventaja para los que hablamos español en el estudio del francés, y particularmente del latín y el griego, por las relaciones que con éstos tiene nuestro idioma.
El estudio cuidadoso de otros idiomas es útil, no sólo como parte de la educación en la juventud, sino en todo tiempo, y debe proseguirse, en cuanto sea posible, por toda la vida.
Pero ya sea que tengamos o no conocimiento de otros idiomas, debemos con dedicación estudiar el nuestro. Nuestro idioma es notable por su dulzura, su poder de expresión y su flexibilidad; en uno de los idiomas que se disputan el dominio universal, y en los países extranjeros se da cada día mayor importancia a su estudio.
Si el mejor poeta que el mundo ha conocido fue inglés, el mejor novelista fue español, son numerosas las obras de verdadero mérito que se han escrito en nuestro idioma. Debe, pues, el predicador dar gran atención al estudio de la gramática.
Esta le mostrará sus faltas, y le hará reflexionar sobre el modo de corregirlas Con la costumbres de observar las reglas gramaticales, llegarán estas a sernos innecesarias.
Bueno es añadir que debe el predicador emplear español puro según el uso común, sin aceptar las novedades callejeras o periodísticas, ni introducir los arcaísmos que le son familiares por la lectura de libros antiguos. Debe hablar el español de uso general, evitando por lo regular los provincialismos y peculiaridades locales.
No debe intentar inventar palabras. Madame de Stael dice: “No hay por lo regular mejor síntoma de la esterilidad de ideas que la invención de palabras.” Sólo en caso peculiar convendrá que emplee palabras o frases de idiomas extraños.
En un tiempo era común y se consideraba propio que los ministros citaran mucho latín y griego en sus sermones, y aun los de Wesley abundan en tales citas. Señal de que mejora el gusto es que tal cosa ha dejado de practicarse.
2. El estudio de la literatura contribuye al mejoramiento del estilo, quizá aun más que el estudio directo del idioma. Con la lectura ganamos mucho en el conocimiento del idioma, especialmente en cuanto a riqueza de vocabulario y plenitud de expresión.
Más aún, mediante ella principalmente, es como formamos nuestro gusto literario, cosa de indecible importancia. Bañar nuestras mentes en literatura selecta hasta tenerlas imbuidas de principios correctos de estilo; alimentarla en el estudio de buenos autores hasta adquirir un gusto sano y poder discernir pronta y seguramente entre lo bueno y lo malo, es proceso de resultados altamente provechosos y satisfactorios.
Debemos cultivar la buena literatura, no sólo por sus beneficios positivos, sino también para contrarrestar ciertas malas influencias de gran poder. Pocos de nosotros hemos aprendido desde la niñez a hablar nuestro idioma con gracia y vigor, o siquiera con relativa corrección.
De nuestros compañeros de infancia raras veces ganamos mucho en cuanto a corrección gramatical y buen gusto, y una parte tan considerable de lo que leemos en los periódicos u oímos en conversación adolece de tantos vicios de estilo, que inevitablemente sentimos el efecto.
Tales influencias no solo producen los errores de pronunciación y de sintaxis tan comunes en los oradores educados, sino que también dañan el gusto a tal grado que sólo la aplicación continuada al estudio de la mejor literatura, puede remediar el mal.
Quien quiera formar un buen estilo, debe seleccionar sus periódicos tanto seculares como religiosos en relación con su propósito.
Es agradable pensar que hay tantos buenos autores tanto en español como en otros idiomas, y hará bien el predicador en estudiar tanto los autores clásicos de la literatura española como los sermones de los grandes predicadores franceses, ingleses y americanos, como Bossuet, Massillon, Fuller, Spurgeon, Maclaren, etc.
Mucho podemos también aprender de los grandes oradores seculares, por supuesto sin considerar jamás a ninguno como impecable ni tomarlo como modelo exclusivo.
No hay escritor ni orador en quien no pueda descubridse faltas más o menos notables de estilo. Las hay en Shakespeare, en Milton y en Cervantes; pero debemos aprender de ellos grandes cualidades.
Mucho beneficio derivará el predicador, en cuanto al estilo, de la lectura y estudio cuidadoso de su Biblia. La Biblia contiene casi todas las clases de estilo, y cada una con muchas variedades.
La versión de Valera data del siglo de oro de la literatura española, y si puede ser superada en cuanto a exactitud, no lo será en la pureza de su lenguaje.
Debe añadirse que la conversación ---especialmente con mujeres inteligentes--- influirá grandemente para la adquisición de un estilo claro, variado y atractivo. También ayuda mucho la lectura y escritura de cartas. Las epístolas de Cicerón son mejores ejemplos de estilo que sus mismas oraciones.
Libro: Tratado sobre la predicación
Autor: Juan A. Broadus
Editorial: C.B.P
1. Naturaleza e importancia del estilo.
El estilo (Stylus) era entre los romanos un instrumento agudo de hierro del cual se servían para escribir en sus tabletas enceradas; y Cicerón emplea el término en sentido figurado y Ciserón empleaba el término en sentido figurado para denotar el modo de escribir o de expresar por escrito los pensamientos, y más tarde se empleó para designar también la manera de hablar.
En la actualidad se aplica a otras muchas cosas, como las bellas artes, los vestidos, etc. El estilo de un hombre es, pues, su manera característica de expresar sus pensamientos, ya sea por escrito o de palabra.
Así como cada uno tiene su propia forma de letra, y aun cuando trate de imitar cierto modelo conservará su estilo propio, también, en un sentido más alto, todo hombre tiene su propio estilo que logrará modificar más o menos por la imitación, pero sin que esta llegue jamás a ser perfecta, pues su propio estilo se sobrepondrá siempre”El estilo es el hombre dijo Bufón”.
Algunas veces se usa el término estilo incluyendo en su significado de idea del arreglo de un tratado o discurso; pero generalmente esta no se incluye en el término.
Por otra parte, a veces se distingue el estilo de la dicción, esto es, del vocabulario que se emplea, el carácter de las palabras y de las frases particulares; pero es mejor considerar la dicción como parte del estilo.
Se ve desde luego la gran importancia del estilo. No puede el estilo separarse de las ideas ni del carácter mental del hombre; el estilo no es solo el vestido, sino la encarnación del pensamiento.
Los oradores y escritores que han ejercido influencia permanentemente y extensa, lo han logrado en virtud de sus buenos pensamientos bien expresados.
Es verdad que a veces la excelencia de estilo a hecho que obras de poco mérito logren gran popularidad, como las historias de Goldsmith y la Vida de Jesús por Renán; y también que se han popularizado algunas ciencias.
Esto viene a demostrar que el estilo no es cosa de mero ornato: es el brillo y pulimento de la espada del guerrero, pero también su filo. El estilo puede hacer aceptable y aun atractivo lo mediocre, y dar a la fuerza, fuerza mayor; puede hacer seductivo el error, mientras que la verdad sea ignorada por carecer de su ayuda.
No debemos, pues, descuidar tan poderoso medio de utilidad, pues si bien Pablo dice: “No mi palabra, ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría,” no quiere decir esto que dejara de expresarse según la filosofía y la retórica que eran entonces populares.
Pues su estilo es un modelo de apasionada energía, y en ocasiones se eleva hasta adquirir una belleza exquisita y sin artificio.
La idea es, por supuesto, la cosa esencial; pero también el estilo es importante. La experiencia de todos los tiempos y el testimonio de todos los maestros nos presentan como inseparable estas dos proposiciones:
1. Que no debemos jactarnos de poseer un buen estilo si carecemos de un caudal interesante de ideas; y 2. Que aun poseyendo un fondo interesante y substancial de ideas, no debemos imaginarnos que el estilo vendrá por sí mismo.
Dedúcese de lo anterior que todo escritor u orador debe dedicar gran atención al mejoramiento de su estilo. La suma excelencia de estilo es necesariamente rara, pues cada discurso, cada párrafo, y aun cada frase es realmente una obra de arte, y son raras las dotes artísticas de todas clases.
Sin embargo, todo hombre que lo procure con dedicación y empeño, puede aprender a decir lo que quiere, a expresar con vigor lo que siente hondamente, y a revestir sus pensamientos de un modo atractivo aunque modesto.
Algunos de los mejores escritores y oradores han tenido dificultad grande para adquirir un buen estilo, y su buen éxito debe animarnos.
2. Medios de mejorar el estilo
El estilo oratórico es uno entre muchas especies, y una variedad del estilo oratórico es el del púlpito. Sin embargo, el estilo característico de un hombre será esencialmente el mismo en toda clase de escritos y discursos; y la cultura mental jamás debe confinarse a la esfera de nuestra principal actividad mental.
Consideremos, pues los medios de mejorar el estilo en general y no sólo en lo que se refiere a la oratoria.
a) El estudio de las lenguas, y particularmente el de la nuestra, es en este respecto de sumo provecho. La ciencia del lenguaje, que en los últimos años ha progresado tanto, no puede considerarse inferior en interés ni provecho a ninguna otra. Pero lo más importante no es el estudio de la ciencia como tal, sino la adquisición práctica del lenguaje.
Cuando se procura esto con sistema y bajo sanos principios, la atención se fija en la naturaleza del idioma en general, en la historia, cambios y capacidad de las palabras, y en la relación de las construcciones sintéticas con las diferentes formas y procesos de pensamiento.
Se observará también las peculiaridades de nuestro propio idioma, desapercibidas por otros. Hay ventaja para los que hablamos español en el estudio del francés, y particularmente del latín y el griego, por las relaciones que con éstos tiene nuestro idioma.
El estudio cuidadoso de otros idiomas es útil, no sólo como parte de la educación en la juventud, sino en todo tiempo, y debe proseguirse, en cuanto sea posible, por toda la vida.
Pero ya sea que tengamos o no conocimiento de otros idiomas, debemos con dedicación estudiar el nuestro. Nuestro idioma es notable por su dulzura, su poder de expresión y su flexibilidad; en uno de los idiomas que se disputan el dominio universal, y en los países extranjeros se da cada día mayor importancia a su estudio.
Si el mejor poeta que el mundo ha conocido fue inglés, el mejor novelista fue español, son numerosas las obras de verdadero mérito que se han escrito en nuestro idioma. Debe, pues, el predicador dar gran atención al estudio de la gramática.
Esta le mostrará sus faltas, y le hará reflexionar sobre el modo de corregirlas Con la costumbres de observar las reglas gramaticales, llegarán estas a sernos innecesarias.
Bueno es añadir que debe el predicador emplear español puro según el uso común, sin aceptar las novedades callejeras o periodísticas, ni introducir los arcaísmos que le son familiares por la lectura de libros antiguos. Debe hablar el español de uso general, evitando por lo regular los provincialismos y peculiaridades locales.
No debe intentar inventar palabras. Madame de Stael dice: “No hay por lo regular mejor síntoma de la esterilidad de ideas que la invención de palabras.” Sólo en caso peculiar convendrá que emplee palabras o frases de idiomas extraños.
En un tiempo era común y se consideraba propio que los ministros citaran mucho latín y griego en sus sermones, y aun los de Wesley abundan en tales citas. Señal de que mejora el gusto es que tal cosa ha dejado de practicarse.
2. El estudio de la literatura contribuye al mejoramiento del estilo, quizá aun más que el estudio directo del idioma. Con la lectura ganamos mucho en el conocimiento del idioma, especialmente en cuanto a riqueza de vocabulario y plenitud de expresión.
Más aún, mediante ella principalmente, es como formamos nuestro gusto literario, cosa de indecible importancia. Bañar nuestras mentes en literatura selecta hasta tenerlas imbuidas de principios correctos de estilo; alimentarla en el estudio de buenos autores hasta adquirir un gusto sano y poder discernir pronta y seguramente entre lo bueno y lo malo, es proceso de resultados altamente provechosos y satisfactorios.
Debemos cultivar la buena literatura, no sólo por sus beneficios positivos, sino también para contrarrestar ciertas malas influencias de gran poder. Pocos de nosotros hemos aprendido desde la niñez a hablar nuestro idioma con gracia y vigor, o siquiera con relativa corrección.
De nuestros compañeros de infancia raras veces ganamos mucho en cuanto a corrección gramatical y buen gusto, y una parte tan considerable de lo que leemos en los periódicos u oímos en conversación adolece de tantos vicios de estilo, que inevitablemente sentimos el efecto.
Tales influencias no solo producen los errores de pronunciación y de sintaxis tan comunes en los oradores educados, sino que también dañan el gusto a tal grado que sólo la aplicación continuada al estudio de la mejor literatura, puede remediar el mal.
Quien quiera formar un buen estilo, debe seleccionar sus periódicos tanto seculares como religiosos en relación con su propósito.
Es agradable pensar que hay tantos buenos autores tanto en español como en otros idiomas, y hará bien el predicador en estudiar tanto los autores clásicos de la literatura española como los sermones de los grandes predicadores franceses, ingleses y americanos, como Bossuet, Massillon, Fuller, Spurgeon, Maclaren, etc.
Mucho podemos también aprender de los grandes oradores seculares, por supuesto sin considerar jamás a ninguno como impecable ni tomarlo como modelo exclusivo.
No hay escritor ni orador en quien no pueda descubridse faltas más o menos notables de estilo. Las hay en Shakespeare, en Milton y en Cervantes; pero debemos aprender de ellos grandes cualidades.
Mucho beneficio derivará el predicador, en cuanto al estilo, de la lectura y estudio cuidadoso de su Biblia. La Biblia contiene casi todas las clases de estilo, y cada una con muchas variedades.
La versión de Valera data del siglo de oro de la literatura española, y si puede ser superada en cuanto a exactitud, no lo será en la pureza de su lenguaje.
Debe añadirse que la conversación ---especialmente con mujeres inteligentes--- influirá grandemente para la adquisición de un estilo claro, variado y atractivo. También ayuda mucho la lectura y escritura de cartas. Las epístolas de Cicerón son mejores ejemplos de estilo que sus mismas oraciones.
Libro: Tratado sobre la predicación
Autor: Juan A. Broadus
Editorial: C.B.P
Atrapando Las Ideas Para El Sermón
A veces, como una estrella fugaz, las ideas para un sermón irrumpen en la escena como si vinieran de la nada, y cautivan nuestra imaginación en forma abrupta.
Los predicadores viven y trabajan en la esfera de las ideas. Los sermones que preparamos a veces tienen origen en nuestras mentes y almas en forma de pensamientos, metáforas, fragmentos de una oración o imágenes. Otras veces, las ideas para un sermón nacen sólo después de largos períodos en el salón de partos de la oración y la imaginación creativa.
¿De dónde podemos obtener ideas para sermones?
Podemos encontrarlas en cualquier lugar. Sigue una breve lista de los lugares donde de alguna manera he hallado ideas:
• La Biblia (el lugar más obvio)
• Experiencias en la vida
• Libros, revistas, diarios y periódicos
• Películas, programas de televisión
• Internet
• Discursos, sermones de otras personas (una vez desarrollé una serie de tres sermones basados en un simple enunciado de Max Lucado)
• Conversaciones
Lo fácil es encontrar lugares donde haya ideas, mientras que lo difícil es atrapar la idea antes que se escape. Pasé un tiempo haciendo una encuesta entre amigos predicadores para que me dieran sus secretos para poder retener una idea. Esto es lo que me dijeron.
Uno de mis amigos que le tiene fobia a la tecnología (decidió no aprender a usar una computadora) me informó que él atrapa ideas de la única manera que Dios hizo que él atrape ideas: con su mente. Es un tipo austero que me dijo categóricamente: “Si se me ocurre una idea y luego no puedo recordarla, es porque se supone que no tengo que recordarla”.
Otro amigo, cuyos bolsillos de la camisa tienen la tendencia de estar llenos de toda clase de lapiceras y papeles, me dijo que él atrapa ideas en lo que pueda: desde la servilleta en un restaurante hasta el dorso de un recibo. Dijo: “Lo que hago por lo general es tener conmigo un bloc de hojas en el bolsillo. Cada vez que me viene una inspiración, la anoto”.
Un amigo, que es un predicador veterano, comentó: “A mi edad no puedo confiar en mi memoria, de modo que me compré un cerebro portátil: un dictáfono. Lo llevo a todos lados. Cada vez que se ocurre una idea, tomo el grabador y comienzo a grabar mis pensamientos. Todas las mañanas le doy lo grabado a mi secretaria, y ella tipea las ideas y me las da en una hoja de papel que yo a su vez inserto en mi archivo “ideas para sermones”.
A través de los años el archivo se ha hecho bastante abultado. Muchas de las ideas se convirtieron en sermones, y otra cantidad igual nunca pasó de la fase de idea”.
Tengo otro amigo que es un fanático de la electrónica. Si hay algo nuevo y computarizado, él lo tiene o bien tiene información al respecto. Me dijo que él graba sus ideas en su Tablet o laptop. Mi amigo manifestó: “es la mejor herramienta que conozco para ayudarme a ser más eficiente en mi trabajo. Por ejemplo, cuando una idea para un sermón me llama la atención, tomo mi tablet voy al menú de memorándums, y grabo la idea. Luego puedo trasladar todas mis ideas a mi computadora normal”.
En lo que se refiere a mis propias ideas para sermones, soy híbrido. Registro mis ideas en cualquier cosa que tenga a mano en ese momento, sea mi agenda o mi computadora portátil. Las ordeno en orden alfabético según temas como por ejemplo “enojo”, “Biblia”, “consagración” y cosas por el estilo.
Al atrapar ideas para sermones estoy optimizando mi preparación y proceso de planeamiento. Cuando me siento bloqueado para preparar un sermón, fácilmente entonces puedo tener acceso a mis ideas. Mi experiencia es que estas ideas a menudo llegan a ser sermones y series de sermones. Encuentre el método más conveniente para usted. Se alegrará de haberlo hecho.
Merle Mees es pastor principal de la Iglesia B. Western
Hills en Topeka, Kansas.
Los predicadores viven y trabajan en la esfera de las ideas. Los sermones que preparamos a veces tienen origen en nuestras mentes y almas en forma de pensamientos, metáforas, fragmentos de una oración o imágenes. Otras veces, las ideas para un sermón nacen sólo después de largos períodos en el salón de partos de la oración y la imaginación creativa.
¿De dónde podemos obtener ideas para sermones?
Podemos encontrarlas en cualquier lugar. Sigue una breve lista de los lugares donde de alguna manera he hallado ideas:
• La Biblia (el lugar más obvio)
• Experiencias en la vida
• Libros, revistas, diarios y periódicos
• Películas, programas de televisión
• Internet
• Discursos, sermones de otras personas (una vez desarrollé una serie de tres sermones basados en un simple enunciado de Max Lucado)
• Conversaciones
Lo fácil es encontrar lugares donde haya ideas, mientras que lo difícil es atrapar la idea antes que se escape. Pasé un tiempo haciendo una encuesta entre amigos predicadores para que me dieran sus secretos para poder retener una idea. Esto es lo que me dijeron.
Uno de mis amigos que le tiene fobia a la tecnología (decidió no aprender a usar una computadora) me informó que él atrapa ideas de la única manera que Dios hizo que él atrape ideas: con su mente. Es un tipo austero que me dijo categóricamente: “Si se me ocurre una idea y luego no puedo recordarla, es porque se supone que no tengo que recordarla”.
Otro amigo, cuyos bolsillos de la camisa tienen la tendencia de estar llenos de toda clase de lapiceras y papeles, me dijo que él atrapa ideas en lo que pueda: desde la servilleta en un restaurante hasta el dorso de un recibo. Dijo: “Lo que hago por lo general es tener conmigo un bloc de hojas en el bolsillo. Cada vez que me viene una inspiración, la anoto”.
Un amigo, que es un predicador veterano, comentó: “A mi edad no puedo confiar en mi memoria, de modo que me compré un cerebro portátil: un dictáfono. Lo llevo a todos lados. Cada vez que se ocurre una idea, tomo el grabador y comienzo a grabar mis pensamientos. Todas las mañanas le doy lo grabado a mi secretaria, y ella tipea las ideas y me las da en una hoja de papel que yo a su vez inserto en mi archivo “ideas para sermones”.
A través de los años el archivo se ha hecho bastante abultado. Muchas de las ideas se convirtieron en sermones, y otra cantidad igual nunca pasó de la fase de idea”.
Tengo otro amigo que es un fanático de la electrónica. Si hay algo nuevo y computarizado, él lo tiene o bien tiene información al respecto. Me dijo que él graba sus ideas en su Tablet o laptop. Mi amigo manifestó: “es la mejor herramienta que conozco para ayudarme a ser más eficiente en mi trabajo. Por ejemplo, cuando una idea para un sermón me llama la atención, tomo mi tablet voy al menú de memorándums, y grabo la idea. Luego puedo trasladar todas mis ideas a mi computadora normal”.
En lo que se refiere a mis propias ideas para sermones, soy híbrido. Registro mis ideas en cualquier cosa que tenga a mano en ese momento, sea mi agenda o mi computadora portátil. Las ordeno en orden alfabético según temas como por ejemplo “enojo”, “Biblia”, “consagración” y cosas por el estilo.
Al atrapar ideas para sermones estoy optimizando mi preparación y proceso de planeamiento. Cuando me siento bloqueado para preparar un sermón, fácilmente entonces puedo tener acceso a mis ideas. Mi experiencia es que estas ideas a menudo llegan a ser sermones y series de sermones. Encuentre el método más conveniente para usted. Se alegrará de haberlo hecho.
Merle Mees es pastor principal de la Iglesia B. Western
Hills en Topeka, Kansas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)